miércoles, 11 de abril de 2007

"Señores de Luz"


En el aula existen dos entes que se encargan de que la educación sea óptima. En primer lugar necesitamos a quienes serán educados, quienes absorberán todo este aprendizaje, estos son los alumnos, que desde su mismo nombre a-lumnus (sin luz); necesitan de una supuesta “iluminación”, que será impartida por la segunda parte de este proceso académico, los docentes, que con una supremacía llevan la luz, cual antorcha en los juegos olímpicos, e iluminarán a los pequeños y jóvenes, que por el momento se encontrarían sumidos en la oscuridad.
Iluminar, alumbrar dar luz, o bañar de resplandor; ilustrar, enseñar; entonces, tomemos iluminación como los saberes que se deben impartir en la sala de clases, y deben ser traspasados en el contexto de docente a educando; pero como todo, siempre existe una excepción. En este caso podemos decir que tales saberes a impartir pueden no llegar a un buen destino, cuando no se toman en cuenta a aquellos faltos de luz, y más aún, cuando los pedagogos no presentan interés por aplicar una buena pedagogía.
Existen variados errores en los sistemas educativos, el solo hecho de llamarles “sin luz” a los estudiantes, es, hasta cierto punto, una falacia; porque muchas veces son ellos quienes presentan la magia en la educación. Es por esto que es importante mirar desde otro prisma aquella iluminación, y hacer notar como gestores, de aquella iluminación, a los alumnos.
¿Cuándo los estudiantes iluminan a los docentes?

Como se menciona en “Hacia una pedagogía de la coexistencia”, muchas veces el objeto al cual se entrega la información o se desea dar el aprendizaje, en este caso los alumnos, son conjunto el cual no posee características particulares, y que en la teoría vienen siendo lo bastante similar, como para crear un patrón que nos permita hacer un todo en cuando a la enseñanza. Pero cuando llevamos a la práctica esto, el modelo falla. Los alumnos son tan disímiles que pueden llegar a sorprendernos, y ser ellos quienes nos enseñaran día a día y como docentes seremos sujetos pacientes del proceso.
Los estudiantes nos iluminan cuando nos preguntan simplemente ¿por qué?. Porqué por ejemplo, deben aprender las raíces matemáticas si nunca las emplearan, por qué deben leer a un loco que pelea con molinos, si nunca les ha interesado. Y es en ese momento donde nos encienden la luz que llevamos todos los docentes, y nos dan motivos para estar en una sala de clases, explicándoles que no es solo un loco, si no un caballero, un hidalgo.

¿De qué sirve estudiar 5, 6 o 7 años, si la teoría nunca la podrás llevar perfectamente a la práctica? ¿De qué sirve la formación, si no existen quienes deben ser formados?

La necesidad de tener alumnos activos se hace cada vez más importante, para quienes desean llevar una buena pedagogía. Esta luz que pretende irradiar el profesor, no es nada si no existe ese interruptor donde encenderla, si no existe una electricidad para poder hacer corriente; y el interruptor es la manera donde el docente interviene con gran participación del alumnado.
No importa si lo que se entrega es matemática, física o literatura; eso por lo pronto, será lo que secundará la formación de los alumnos, que viene siendo el motor de la pedagogía; no olvidemos que pedagogo es, pâis, paidós, “niño”, y ágo, “yo conduzco”
Hay que construir una educación, una formación, y primordialmente la traen los niños, con sus inquietudes, con su interés o desinterés por aprender. Esa es la luz que ellos nos pueden dar, ese es un interruptor que les anuncia a los docentes, el por qué están allí, el porqué existe la necesidad de su presencia en una sala de clase; es así como se reafirma la educación.
Por lo tanto, como docentes y como alumnos, debemos darnos cuenta que todos somos dueños de esa luz, y que cambia en la sala de clases, como docentes y alumnos, activos y pasivos. Que en la práctica es cuando se ve un verdadero profesor, y que a medida que se enseña, se aprende mucho más.


(1) Definición de iluminar, Diccionario de Lengua, Real Academia Española, vigésima edición, 1984, tomo II.
(2) Etimología Pedagogo, Breve Diccionario Etimológico de la Lengua Castellana, Corominas Joan, Tercera edición.